El nacimiento de la estructura
En esta primera etapa, la escultura de Pedro Espinosa comienza a tomar forma desde su armazón más elemental. La estructura metálica, revestida con tela metálica y escayola en su base, es el esqueleto que sostendrá lo que más tarde será una figura en arcilla. Este es un punto crucial en la creación de cualquier escultura monumental: construir una base sólida que soporte el peso y las tensiones inherentes al modelado.
Cada varilla soldada y cada capa de escayola no son solo preparativos técnicos, sino que anticipan la firmeza y estabilidad de la obra final. Este fue el primer paso de un proceso largo y minucioso, llevado a cabo completamente en solitario, a mis 27 años, recién salido de la facultad.
A lo largo de mi vida, las bases para poder realizar este trabajo se fueron asentando. Desde joven, durante los veranos, trabajé en la construcción junto a mi padre "un albañil de los finos" que me enseñó el valor del esfuerzo y la dedicación. Ayudarle en verano me ayudó a costear mis estudios, él me enseñó a manejar las herramientas básicas.
Después vinieron los aprendizajes obtenidos en la Facultad de Bellas Artes de Granada, y como ayudante de taller de dos grandes maestros, D. Juan Antonio Corredor Martínez, en mi último año de carrera, y Jesús Martínez Labrador, en 1995, justo después de terminar mis estudios. Ellos también fueron cruciales y me ayudaron a germinar la semilla que mi padre había plantado con tanto esmero.
El modelado
Aunque la figura, en su versión final, está vestida con un hábito y una capa larga, era imprescindible modelar el cuerpo desnudo con una anatomía precisa. Algunos podrían ver en esta imagen inicial algo de irreverencia pero el rigor anatómico sirve como base sólida sobre la cual las telas se asientan con naturalidad, generando las arrugas y pliegues que otorgan autenticidad y vida a la escultura.
Buscaba crear una figura esbelta, en armonía con el carácter de un intelectual. Opté por un canon de nueve cabezas, siguiendo los cánones clásicos de la proporción ideal, y decidí dotar al cuerpo de una apariencia delgada, casi frágil. Sabía que, al añadir los ropajes, estos añadirían volumen y presencia, sin comprometer la ligereza de la figura.
Uno de los detalles más significativos de esta obra es mi decisión de dejar los pies descalzos. No calzarlos fue una elección simbólica, una manera de conectar al personaje con la tierra, con su entorno físico y espiritual. Es un detalle pequeño, casi imperceptible, pero que encierra uno de los secretos íntimos de la escultura: esa unión entre lo terrenal y lo etéreo, una conexión silenciosa que solo quien observa con detenimiento puede percibir.