Este monumento, ubicado en la rotonda cercana al hotel de Golf en Antequera, es una obra que me encargaron y que fue costeada por la empresa que gestionaba el complejo turístico que agrupaba el Hotel Convento de la Magdalena y al propio Hotel Golf y pretendía promover el turismo del golf, un deporte que en ese momento estaba ganando popularidad en la región. La escultura, que representa a un golfista en plena acción, fue concebida para captar el dinamismo y la precisión que caracterizan este deporte.
Originalmente mi idea fue que la pose estuviese con el palo el alto pero ya había muchas esculturas similares por lo que decidí que el momento elegido fuese justo antes de golpear la bola.
Lamentablemente, la escultura sufrió actos de vandalismo pocos meses después de ser instalada. El palo de golf, elemento clave para la integridad visual de la obra, fue arrancado, lo que dañó tanto su estética como su significado. En la restauración posterior, se optó por soldar el palo al suelo para evitar futuros incidentes. Sin embargo, esta solución afectó negativamente la posición original de las manos, desvirtuando la postura que había diseñado meticulosamente para representar de manera realista el momento de un swing de golf. La alineación actual del palo no coincide con la postura original del golfista, lo que según mi parecer altera la armonía de la escultura.
Además, la ubicación de la rotonda, que está en una pendiente, presenta otro desafío visual. Desde ciertos ángulos, la figura prácticamente se pierde en el paisaje, ya que el color verde de la pátina se mezcla con el césped de la base, creando un bajo contraste que dificulta su visibilidad. Esto ha sido algo frustante para mí, ya que la obra no logra destacarse como debería en todos sus puntos de vista posibles.
Personalmente, creo que una mejora significativa para el monumento sería elevar la figura sobre una peana de al menos un metro y medio de altura. Esto no solo proporcionaría una mayor presencia visual a la escultura, destacándola mejor contra el fondo, sino que también permitiría a los observadores apreciar los detalles de la obra desde todos los ángulos, sin las limitaciones actuales impuestas por la pendiente y la falta de contraste. Con esta mejora, estoy convencido de que el monumento podría cumplir aún mejor su propósito original.
Uno de los mayores desafíos que enfrenté durante la creación de esta escultura fue la limitación de altura en mi improvisado taller, situado en un sótano. La figura requería más altura de la que disponía, y al no ser posible elevar el techo, la única solución fue excavar el suelo, rebajándolo unos 40 centímetros. Este ajuste me permitió trabajar algo incómodo pero con la altura adecuada para la escultura sin comprometer su proporción y detalle. Tras finalizar la obra, restauré el suelo a su estado original, dejando el espacio como antes, pero con la satisfacción de haber superado esta adversidad técnica."
Esta fotografía, tomada a finales de octubre de 2009, captura un momento muy especial para mí: la visita de mi hijo Darío, que en ese entonces tenía algo más de 2 años. Su presencia en el taller era una fuente de motivación y alegría, recordándome lo importante que es el esfuerzo que hacemos todos los padres por nuestra familia. Verlo curioso e interesado en mi trabajo me inspiraba a seguir adelante, sabiendo que todo ese sacrificio valía la pena.